
La vida de Simone Weil estuvo marcada por una radical exigencia moral. Nacida en París en 1909, en el seno de una familia judía agnóstica y culta, desde muy joven mostró una inteligencia excepcional y una fuerte inclinación hacia la filosofía y la justicia social.
Estudió en la École Normale Supérieure, donde fue alumna de Alain, y más tarde trabajó como obrera en fábricas para conocer el sufrimiento de primera mano.
En La gravedad y la gracia, obra póstuma compuesta a partir de sus cuadernos, reflexionó sobre el peso de la necesidad y la posibilidad de lo sobrenatural. Allí exploró el amor como desposesión: no un sentimiento posesivo, sino un acto de atención pura hacia el otro. También distinguió la amistad como una forma de gracia: un vínculo silencioso y sin exigencias, fundado en el respeto y en la verdad.
Durante la Segunda Guerra Mundial se unió a la Francia Libre en Londres, pero rechazó los privilegios, viviendo con una austeridad extrema. Murió en 1943, debilitada por la tuberculosis y por el ayuno voluntario que impuso como acto de solidaridad con su país ocupado.